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Climatología histórica: las ciudades mexicanas ante la sequía (siglos XVII al XIX) (página 2)



Partes: 1, 2

La rogativa como práctica
cultural institucionalizada

La práctica de la rogativa y su
institucionalización iba tomando forma hacia la
época en que el Anáhuac fue conquistado en lo
militar y político por los castellanos. La
conducción y registro de estas
ceremonias es un evento del Renacimiento,
aunque algunas ciudades catalanas comenzaron a llevarlas a cabo y
asentar su gestión
y realización desde mediados del siglo XV (Barriendos,
1997:106). Su origen parece tener relación con la
disposición y dispersión de reliquias religiosas a
partir de las Cruzadas. Este corpus material conformado
por invocaciones religiosas fue integrado exitosamente en la
tradición religiosa popular, dando lugar a votos,
procesiones, peregrinajes y rogaciones: ‘La relación
entre instituciones
religiosas y expresiones de cultura
popular fue lograda por medio de estas celebraciones religiosas.
La población contaba con canales por medio de
los cuales podía demostrar sus preocupaciones y tensiones
sociales, pero estos podían ser controlados por las
autoridades eclesiásticas, dando lugar a situaciones en
las que se evitaba el que acontecimientos que condujeran a
disturbios, revueltas o incluso cambios sociales irreversibles
tuviesen lugar. En el momento en que la población
sabía que las demostraciones públicas tenían
un formato invariable expresado de manera fija, los participantes
implícitamente aceptaban la realidad social reinante
(Barriendos, 2005: 386).

La capacidad de los registros de
rogativas como vehículos de información climática fue comentada
por Le Roi Ladurie (1965) hace ya más de cuarenta
años, en su análisis es interesante observar como este
afamado autor de la escuela francesa
de los Annales, liga su consolidación como
práctica institucional con la Contrarreforma.
Martín Vide y Barriendos (1995), proponen más
allá de cualquier consideración
político-religiosa o administrativa, que durante la alta
Edad Media la
ausencia de rogativas incluso pudo estar ligada al óptimo
climático denominado Pequeño Óptimo
Climático o Periodo Medieval Cálido, asimismo, el
ceremonial de rogativa pudo consolidarse como consecuencia de la
irrupción de la Pequeña Edad de Hielo. La suma de
condiciones climáticas y situación
político-militar religiosa de la Europa de los
siglos XVI y XVII bien pudieron coadyuvar a su
institucionalización y prestigio dentro de los dominios de
la Monarquía Hispánica.

Las sociedades del
Antiguo régimen contaban con muy poca capacidad para
enfrentar cualquier anomalía ambiental que afectase su
producción agrícola. En el caso de
la meseta del Anáhuac son constantes los reportes de los
primeros labriegos con respecto a la pérdida de sus
granos, teniendo que impulsar el cultivo de los primeros trigos
en América
en comarcas más cálidas, habiendo sido muy
apreciado para estos fines el valle de la Villa de Carrión
o Atlixco, próximo a las ciudades de México y
Puebla y casi nunca azotado por las heladas. La presencia de
‘hielos’ fuera de temporada o muy intensos
también fueron manifestados en los registros de las
rogativas, en especial, durante la pulsación extrema de
fines del siglo XVIII (Actas de los cabildos civil y
eclesiástico de las ciudades de México y Morelia
1760-1810).

Sin embargo, no es la temperatura,
sino la irregularidad en la precipitación en sus bases
inter-anual e intra-anual5 la condicionante primordial
para logar un óptimo abastecimiento de granos, por ende,
las ceremonias pro-pluvia, eran el evento
político-religioso más importante para lograr la
supervivencia y viabilidad de las urbes novohispanas; mismas que
por su complejidad y costos,
sólo podían ser celebradas con todo su esplendor en
las sedes catedralicias. Esta irregularidad en la
precipitación tenía efectos especialmente severos
en una sociedad que
conducía la producción de cereales sobre suelos de
temporal, a su vez, debe considerarse el sistema
tributario al que estaban sujetas las comunidades rurales
mesoamericanas durante la época colonial, el cual no era
particularmente bondadoso ante la disminución en la
producción.

Según la citada propuesta de Gunn, las
construcciones culturales del mundo están directamente
relacionadas a su realidad bioclimática; en el caso de
Mesoamérica a partir del siglo XVI asistimos a la
irrupción de patrones culturales que tuvieron que
adaptarse a una variabilidad climática muy distinta a la
que coadyuvó a su configuración. Así,
además de afrontar problemas
político-administrativos inherentes a la
consolidación de un régimen, la
implementación de las rogativas pro-pluvia en
México, tuvo que ser adaptada a la variabilidad
climática de estas tierras. Variabilidad, que en su
trayectoria normal fue suplicada en ceremoniales efectuados
regularmente cada año, mismos que rogaban por los
buenos temporales. Este tipo de ceremonias preestablecidas
se encuentran profusamente asentadas en libros y
documentos de
los archivos de las
órdenes religiosas pero carecen de información
útil para la climatología
histórica.

Las instituciones creadas en las audiencias de
México y Guadalajara, al igual que en el resto de las
ciudades del Antiguo Régimen, tenían en la
conducción del ceremonial en rogativa (por parte de
las autoridades civiles y religiosas), en el abastecimiento de
agua y
alimentos, y
en la defensa de la ciudad las únicas funciones en que
los gobiernos locales se involucraban para garantizar la
supervivencia de los súbditos del rey. La veracidad en la
definición de trayectorias y anomalías
climáticas proveniente del registro de rogativas ha sido
plenamente demostrada en el ámbito mediterráneo, en
donde destaca el trabajo de
autores como Barriendos (1994) o Camuffo y Enzi (1992), pero en
México y América
Latina todavía hay un largo camino por recorrer para
poder sacar a
la luz toda la
información ambiental contenida en archivos civiles y
eclesiásticos. El registro de ‘ceremonias en
rogativa’, tanto en las actas del cabildo civil como en las
actas del cabildo eclesiástico, a pesar de su escasa
exploración, ha demostrado, al igual que en el
ámbito mediterráneo, ser el instrumento más
preciso para concluir, entre fines del siglo XVI y mediados del
siglo XIX, la presencia de disrupciones ambientales en buena
parte de Iberoamérica. En México, hasta ahora,
sólo se han generado series de sequía para la
Ciudad de México (Garza-Merodio, op. cit.) y para la
antigua Valladolid; las conclusiones con respecto a esta
última ciudad se darán a conocer en un trabajo
concerniente a la definición de eventos
climáticos. Quien esto suscribe, es participante del
proyecto
ARCHISS-UNESCO6, y en sus foros se ha comprometido a
que antes del fin de la década de 2000, se logre la
recopilación las siguientes ocho sedes obispales
novohispanas.

Después del análisis de "rogativas
oficiales"7 en la Ciudad de México y Morelia,
sólo se han podido determinar fehacientemente
capítulos de sequía, en tanto que las inundaciones
no presentan la continuidad documental requerida y en ocasiones,
pudieron ser causadas por condiciones morfológicas del
relieve y no
por un capítulo extremo de precipitación. Debe
destacarse la relevancia de las rogativas como mecanismo de
control social y
ponderarse el peso del mismo en la necesidad de institucionalizar
este tipo de ceremonial. 8 A su vez, se hace necesario
revisar los aportes culturales propios de cada orden religiosa,
en especial los provenientes de la orden franciscana, cuya
relevancia en la construcción cultural de lo mexicano
debe sopesarse ya que su presencia en México fue
apabullante, tal y como señala Del Río (1975),
tanto por su número como por haber sido los primeros en
llegar y comenzar la evangelización, así como por
la eminencia de frailes como Gante, Zumarraga, Motolinía,
Sahagún o Junípero Serra, así como por su
papel determinante en la evangelización tanto del
México central, como del septentrional hasta Texas, Nuevo
México y la Alta California.

Aparte de las sequías, las ceremonias en
rogativa
eran llevadas a cabo contra terremotos e
inundaciones, así como en el quehacer político para
pedir por los miembros de la familia
real española, ya en su nacimiento, matrimonio, o
deceso. Existían a su vez ceremonias anuales, ya
preestablecidas, en las que cada primavera se rogaba por una
temporada de lluvias benevolente. En ocasiones, dependiendo de la
región, estas ceremonias podían estar fuertemente
influenciadas por los patrones culturales indígenas y,
aunque puedan resultar útiles para el análisis de
la idiosincrasia mexicana, no ofrecen la posibilidad de ser
sistematizadas para obtener información
paleoclimática.

Espacio urbano y construcción
cultural en la Nueva España

En climatología histórica para lograr una
definición de eventos climáticos de forma precisa,
se hace indispensable reconocer las condiciones ambientales,
culturales y socioeconómicas en las que se genera la
documentación. Para los diversos pueblos
que han habitado los altiplanos mexicanos la sequía ha
sido la amenaza ambiental más acusada, sin embargo, la
aproximación de los grupos
autóctonos respecto a la misma debe entenderse en
términos de prácticas culturales, que eran
consecuencia de una prolongada interacción con este entorno, en el que la
elevada variación pluviométrica en distancias muy
cortas era perfectamente identificada. Así, la
elección de la montaña y la rinconada9
con fines urbanos se propone como una respuesta ante la realidad
ambiental vivida, en la que el relieve es clave: con una
precipitación basada en nubes de origen convectivo y
advectivo (en los altiplanos central y meridional de
México se observan hasta mil milímetros de
diferencia pluviométrica en distancias menores a cuarenta
kilómetros), el localizar un asentamiento en el medio de
lo llano, o circundado por elevaciones, podía significar
supervivencia.

Los ámbitos criollo y mestizo de México
tuvieron sus referentes en lo territorial en las áreas
elevadas del país, dado lo malsano de las tierras bajas en
aquel entonces. Con las excepciones de Mérida, Linares y
Álamos, el resto de las sedes obispales novohispanas
fueron fundadas al centro de elevadas cuencas o
valles,10 opuestas a la mayoría de los elevados
centros de poder prehispánicos en Mesoamérica. La
relación con la montaña cambió en la
construcción cultural y en sus jerarquías
territoriales, siendo la respuesta cultural e institucional
mexicana o novohispana en la elección de sitios y
prácticas culturales ante anomalías ambientales, en
lo fundamental, consecuencia de respuestas provenientes del
ámbito mediterráneo. Dadas las condiciones
patógenas posteriores a la conquista y los ideales
culturales de los españoles, la recreación
de su arquetipo urbano y rural fue plausible, al igual que en
otros ámbitos de Iberoamérica, en los
altiplanos.

A lo largo del siglo XVI tuvo lugar la
construcción cultural y administrativa castellana ante la
realidad ambiental mesoamericana. El fin de las transformaciones
ambientales y demográficas del siglo XVI coincide, en lo
temporal, con el momento en que las autoridades civiles y
eclesiásticas lograron poner en práctica, con toda
pompa, sus ceremonias institucionales y registrarlas
ordenadamente.11 Este marco cultural y
paisajístico perduró, a grandes rasgos, hasta
mediados del siglo XIX; por lo tanto, las consecuencias sociales
y políticas de la fuerte anomalía de
fines del siglo XVIII12 se experimentaron bajo esta
estructura
mental. Así, la esencia de la mexicanidad
quedó configurada sobre tierras altas transformadas y
jerarquizadas desde ciudades españolas con sus barrios
indígenas contiguos, así como por un medio rural
preponderantemente indígena de comunidades empobrecidas y
postradas. La súbita invasión biótica y
cultural desde Europa trajo consigo virus y bacterias,
pero la transformación del paisaje en sus facies
biológicas fue más prolongada y, a la postre, tuvo
consecuencias aún más dramáticas en el
funcionamiento de las comunidades indígenas: las cuales,
diezmadas como consecuencia de las epidemias, habrían
podido enfrentar mejor su recuperación bajo mejores
condiciones de no haber tenido que enfrentar un medio
transformado, en lo fundamental, por medio de la introducción consciente o inconsciente de
biota, a la que incluso un régimen climático menos
húmedo, como el de la Pequeña Edad de Hielo, le era
más favorable. 13

En lo tocante al espacio urbano, es importante remarcar
como las regulaciones españolas fueron a priori
diametralmente ajenas a la experiencia milenaria de los
mesoamericanos: el artículo 111 de Las Leyes de
Indias
, fechadas en junio 13 de 1573 (Aguiló,
1999:200), contiene prescripciones precisas concernientes a los
requisitos que debe guardar un sitio para ser elegido con fines
urbanos: "Debe tener una localización alta y sana… con
suelos fértiles y tierra
abundante para las granjerías, agua fresca, posibilidad de
transporte
para llegada y salida, abierto al viento del norte… y alejado
de los pantanos". Un sencillo reconocimiento de las elecciones
fundacionales españolas a lo largo del siglo XVI permite
observar cómo las predisposiciones oficiales dibujaron la
eventual organización del territorio en la Nueva
España.
Por situarse en el medio de una cuenca lacustre la Ciudad de
México fue una excepción, debido a que no fue
trasladada a un sitio más llano y lo húmedo de su
entorno inmediato. Al oriente de la capital, las
tres sedes obispales en tierras altas (Puebla, Oaxaca y San
Cristóbal), tuvieron claros antecedentes
prehispánicos y cabe ponderar con mayor precisión
la intromisión de preferencias indígenas en la
elección de los sitios para fundarlas y la
orientación de sus edificios públicos.14
Hacia el occidente, las dos sedes primarias, fueron reasentadas,
desde la húmeda cuenca de Pátzcuaro a la expuesta
loma de Guayangareo, en el caso de Morelia y de la torrencial
Compostela al seco y abierto valle de Atemajac, en el caso de
Guadalajara, sin olvidar su peregrinaje intermedio por los
agrestes y actuales límites de
Zacatecas y Jalisco. La orientación de los principales
edificios públicos de estas ciudades, no parecen reflejar
injerencia indígena alguna.

Por todo lo anterior, el ideal urbano castellano de un
espacio urbano elevado sobre un promontorio y dominando un rico
valle, condenaba a las nuevas localidades a una mayor
incertidumbre ante la escasez de
precipitación pluvial, en tanto que sus fuentes de
abastecimiento no se encontraban, por lo general, conformando
parte del espacio urbano. Entre más grave fuese la
sequía, mayormente se resentían las pérdidas
del líquido en derrames del acueducto. A su vez, la
caída de los niveles freáticos (por influencias
climáticas y antrópicas) dejaron inservibles una
gran cantidad de acueductos coloniales a lo largo de los
trescientos años del dominio español.

El siglo XVI registró varias anomalías:
por medio de pruebas
dendrocronológicas (Acuña-Soto, et al., 2002),
así como por registros escritos, tenemos pruebas
abundantes de sequías severas hacia mediados del siglo
XVI; tal fue su magnitud, que dicho evento fue reconocido por
diversas fuentes de la época. Sin embargo, las
instituciones españolas no se encontraban preparadas
todavía para dejarnos información continua y
homogénea que permita una reconstrucción
climática fehaciente. Por aquel entonces, un solo virrey
había gobernado en la Nueva España y el legado
administrativo de Felipe II aún estaba por llegar. En el
campo de la construcción institucional, no sólo las
dificultades para ensamblar un cuerpo administrativo a tal
distancia, sobre un entorno desconocido y velozmente cambiante,
sino también la reforma administrativa y religiosa de la
Contrarreforma, coadyuvaron al retraso de la consolidación
administrativa. Después del largo reinado del mencionado
rey y la terrible disminución de la población
indígena, las instituciones españolas pudieron al
fin concretarse y lograr un cuerpo administrativo, similar al de
los reinos de
Castilla y Aragón.

Las congregaciones (agrupamiento forzoso de comunidades
dispersas por planicies, montañas o profundos
cañones) se presentan desde mediados del siglo XVI. En su
primera etapa, se les conocen como "religiosas", ya que fueron
conducidas primordialmente por eclesiásticos y, en su
mayoría, fracasaron, en mucho posiblemente debido a la
vitalidad perviviente hasta entonces de las comunidades
indígenas. Las congregaciones de principios del
siglo XVII, se conocen bajo la denominación de "civiles",
en tanto que fue la autoridad
civil quien las llevó a cabo. De una vez y por todas, la
mayor parte de la población superviviente fue localizada
donde no pudiera escapar del control económico y
espiritual de las autoridades españolas. Pero el poner en
"traza y policía" a las comunidades indígenas sobre
las partes más llanas, provocó que el medio rural,
en su conjunto, tuviese la misma desventaja que con respecto a la
sequía ya tenían los sitios elegidos por los
españoles para desarrollar sus ciudades.

Acervos y ceremonial ‘en
rogativa’ en las ciudades de México y
Valladolid

La Ciudad de
México

Debido a su jerarquía dentro de la
Monarquía Hispánica, la Ciudad de México
alberga documentos con una amplitud territorial que llegó
a abarcar de las Filipinas a Cuba y de
Costa Rica
hasta Alaska. Dentro de toda esta información se da por
sentada la existencia de información ambiental, sin
embargo, es en las actas de cabildo de los gobiernos civil y
eclesiástico donde se encuentran los vehículos
más precisos en la definición de anomalías
ambientales. La trascripción de las actas de los dos
cabildos de esta ciudad ha dado lugar a una definición de
capítulos de sequía más precisa que las
logradas con anterioridad, para los siglos XVII, XVIII, y hasta
la década de 1860. En el futuro, es deseable que se agote
todo el patrimonio
documental de la ciudad, con el fin de obtener datos
paleoambientales tanto para la cuenca de México, como para
otras regiones del país y el extranjero.

Al ser la ciudad más importante de la
América española, sus advocaciones más
reconocidas eran veneradas más allá de las tierras
altas mexicanas. El ceremonial ‘en rogativa’ de la
Ciudad de México era tan fastuoso como el de cualquier
ciudad europea con ceremonias similares. La existencia de los
santuarios de las vírgenes de Guadalupe y Los Remedios,
extramuros de la ciudad, cumplía con los requisitos
más elaborados en la conducción de una rogativa. En
el caso de la Virgen de Los Remedios (patrona del ayuntamiento de
México y éste custodio del santuario) los registros
de sus "venidas" a la Ciudad de México han permitido la
definición de los capítulos más agudos de
sequía habidos de fines del siglo XVI a mediados del siglo
XIX. El santuario de la virgen ‘gachupina’ (ya era
conocida así a principios del siglo XVIII) se localizaba a
una distancia inusual, poco más de quince
kilómetros, cuando por lo general este tipo de santuarios
tanto en el Mediterráneo (Martín-Vide y Barriendos,
op. cit.) como en México, se localizan a una distancia de
entre dos y cinco kilómetros desde el centro de la ciudad.
En el caso de la virgen "conquistadora" cuenta la
tradición que Cortés la perdió en la "Noche
Triste" por los cerros del noroeste capitalino. El que la patrona
de la Ciudad de México viajase una distancia poco lograda
por otras advocaciones del catolicismo debió haber sido un
motivo más de orgullo. Su patronato, como intercesora para
pedir a su hijo la lluvia, puede tener su origen en la propuesta
hecha por Fray Francisco de Florencia hacia 1755:

Hubo una ocasión, cuando los indios estaban muy
afectados debido a la falta de agua para sus milpas y
sembrados, estaban todavía en su gentilidad, por la fe
del invicto Cortés, alcanzaron copiosas y abundantes
lluvias…

En cuanto a su trascendencia en construcciones
más elaboradas de la fe católica, el siguiente
extracto resulta de lo más interesante al equiparar la
necesidad del agua por medio de la palabra divina con la
necesidad del pan diario (Biblioteca
Nacional, Fondo Reservado, Manuscritos no. 765):

Cuando pedimos a Dios por medio de su Santísima
Madre, con el título de Los Remedios, las aguas que
tanto necesitamos, se pone patente a nuestra fe y religión el
Divinísimo Pan. Oportunamente a la verdad, no ya
sólo porque siendo una de las principales necesidades
para cuyo se remedian las aguas es el pan, esto es, los
alimentos, que todos se cifran en él y
pidiéndoselo a Dios, se piden todos: Panem Nostrun
Cotidianum

Nuestra Señora de Guadalupe empezó a
contar, a partir de mediados del siglo XVIII, con una ceremonia
establecida anualmente hacia la primavera ‘en rogativa
pro-pluvia’, la cual no permite inferir el comportamiento
de las sequías pero sí, al menos, corroborar las
necesidades que provoca la frecuencia e intensidad de las
sequías entre las décadas de 1740 y 1800. Con
anterioridad, ya había sido traída a la ciudad ante
las inundaciones más severas. Contra los terremotos y los
rayos, el patronato de San José fue el predominante
(Biblioteca Nacional-Fondo Reservado. Manuscritos
779).

– Valladolid (Morelia)

Una vez terminado el análisis de los acervos
civil y eclesiástico de la Ciudad de México, se
eligió la ciudad de Morelia, debido a que la sede obispal
se trasladó hasta 1580 hacia la loma y valle de
Guayangareo. Presuponiendo que el traslado hubiese implicado
haber atrasado el registro continuo de las ceremonias de
rogativa; dicho retraso es de sólo treinta años,
con respecto a la capital novohispana, pero sólo en el
archivo
catedralicio (a partir de 1629), ya que el Ayuntamiento
vallisoletano, no registró las rogativas de forma ordenada
y continúa sino hasta la década de 1760. Esta
situación puede tener su origen en el dinámico
papel que jugó la Iglesia en la
consolidación de Valladolid, como capital de
Michoacán, y lo débil del cabildo civil, tal y como
lo explica Mazín (1996: 138):

"…A principios del siglo XVII la sede del
obispado, con todo y su valle, apenas sobrepasaba los 2,000
habitantes… a partir de 1585. El alcalde mayor de
Michoacán volvería a residir en Pátzcuaro,
al menos por temporadas cada año. Los miembros del
ayuntamiento, aunque nominalmente domiciliados en Valladolid,
estaban ausentes de sus cargos la mayor parte del tiempo
atendiendo negocios en
sus fincas rurales… A pesar de sus graves problemas
parecía que la Iglesia tendría que tomar la
iniciativa y levantar una ciudad en torno a sus
altares."

En cuanto al ceremonial en rogativa, se encontró
que la diferencia fundamental entre la Ciudad de México y
Morelia fue la poca estabilidad que los patronos utilizadas
tuvieron, en esta última ciudad; posiblemente por no
contar con una reputación tan prestigiosa como la de las
dos vírgenes de la capital. En el caso de Valladolid, la
existencia de santuarios relevantes en otros sitios de
Michoacán, la rivalidad en administración y prerrogativas con
Pátzcuaro, y el que la ciudad no contara con oratorios
extramuros hasta las primeras décadas del siglo XVIII,
pudieron influir en la inestabilidad de las advocaciones elegidas
para socorrerles ante la falta de agua. Los santuarios erectos
fueron el de la Virgen de Guadalupe, al poniente de la ciudad, y
el de Nuestra Señora de los Urdiales, por el rumbo del
río Grande, que quedó para la posteridad como
patrona intercesora en la obtención de la lluvia. Antes de
la existencia de estos santuarios, y también
posteriormente, el Señor de la Sacristía de la
catedral fue solicitado recurrentemente para solicitar "el
auxilio de las aguas". El siguiente extracto es de lo más
interesante, ya que describe lo acontecido a crucifijos y
vírgenes ante su falta de efectividad en la
intercesión ante Dios para pedir la lluvia. El
escepticismo de curas y feligreses sale a la luz ante las
terrible escasez hídrica de fines del siglo XVIII
(Biblioteca Nacional, Fondo Reservado, Manuscritos no.
732):

Que Jesucristo nos la dio para que como madre nuestra
atienda a todas nuestras necesidades de alma y
cuerpo… que Valladolid, la ha adoptado para que con
especialidad… por su mediación de las aguas
convenientes y necesarias para la cosecha de sus campos, para
la conservación de sus ganados, de la salud de sus moradores y
cómodo alimento a sus pobres… 1749… junio de 1761…
y como la experiencia correspondió a lo esperado, en 13
de abril de 1765 se determinó hacerlo todos los
años (un novenario)… y en el año de 1770 se le
juró como patrona de las aguas: cuan acertada fue esta
elección, os lo demostré el año pasado en
este mismo lugar… sin embargo, las lluvias fueron escasas y
menos de las que deseábamos; luego el contrato
general de Jesucristo con el linaje humano, no es manantial
fecundo de nuestros bienes, ni
el particular de esta ciudad con Nuestra Madre María
Santísima de los Urdiales es acertado y seguro apoyo a
nuestra confianza para el beneficio de las aguas, así
parece; pero no es así, ni será jamás, ni
puede ser. Vamos a verlo.

María Santísima es nuestra madre,
medianera, abogada para todo y especial patrona de las aguas
convenientes, acaso te falta poder, autoridad, mérito o
valimiento con tu hijo Dios para el desempeño de tal y cumplimiento del
contrato. ¿Sería blasfemia el acaso
pensarlo?

…Desde el año 1687 se experimentan en este
país la escasez de las lluvias en los tiempos más
necesarios. Nuestros mayores ocurrieron al Santo Cristo de las
Monjas que los socorría a pedir de boca, hasta que
sucedió con el señor lo que ahora sucede con la
madre, entonces ocurrieron a Nuestra Señora de los
Dolores… igual suerte: de ésta se pasaron al
Señor de la Sacristía… de este señor a
Nuestra Señora de Guadalupe, hasta que en junio de 1761
en que la gran escasez de agua se agregó una epidemia
devoradora… y no consiguiendo por la mediación de
Nuestra Señora de Guadalupe, echaron mano con feliz
resultado de la Santa Imagen de los
Urdiales y dispusieron estos cultos, que después
juraron. De este modo ha venido a ser por último la
escogida… Sin embargo, hemos visto años muy escasos de
agua, llenos de trabajo: hemos tenido que hacer otros
ocursos…

En Valladolid, también San José era el
patrón contra los terremotos y los rayos. Del resto de las
sedes obispales aún por explorar en la
determinación de series de sequía, se espera que al
menos en Guadalajara, con la Virgen de Zapopan, y en Oaxaca, con
la de La Soledad, su mayor prestigio coadyuve a una mayor
precisión en la determinación del evento
climático y a un comportamiento cultural similar al de las
experiencias antecesoras en rogativas en la Ciudad de
México y el Mediterráneo.

La transición del Antiguo
Régimen a
la República Liberal

El abordar esta transición obedece, simplemente,
a que la práctica cultural de las "rogativas oficiales"
continuó vigente hasta que las Leyes de Reforma fueron
acatadas en todo el país. Tal pervivencia se explica no
sólo por la paulatina evolución de los patrones culturales, sino
por el empecinamiento de mantenerlas como parte de la política de quienes
eventualmente se definirían como
‘conservadores’, mismos comenzaron a dibujar su
perfil desde que el Régimen Borbón
implementó sus reformas en la América
española y éstas fueron contrarias a los intereses
de la elite novohispana. Pietschmann (1996) señala que las
fuerzas políticas que condujeron el movimiento que
logró la independencia
definitiva, como respuesta al juramento de una constitución liberal en España,
fueron las mismas que después se opusieron constantemente
a cualquier medida liberalizadora.

La idea de une Estado
separado de la Iglesia no estuvo presente entre los signatarios
de la Constitución Federal de 1824. Incluso entre los
congresistas que la redactaron se encontraban miembros del clero.
La rápida conformación y radicalización de
liberales y conservadores fue consecuencia de las divisiones que
en la percepción
del mundo habían causado, a pesar de su
proscripción, las obras de la
ilustración desde mediados del siglo XVIII; el
siguiente extracto, fechado en 1761, muestra
cómo la discusión había comenzado desde
hacía más de seis décadas y, en él,
se discurre sobre el carácter del Estado y su inseparabilidad
con respecto a la Iglesia (Biblioteca Nacional, Fondo Reservado,
Manuscritos no. 20: 69, 73):

…Con que hoy ninguno (sino es apartándose de
la fe católica) tendría atrevimiento de apropiar
a ningún soberano las funciones espirituales privativas
de la santa Sede Apostólica; bien que siempre
quedó inherente a la potestad temporal aquel cuidado y
vigilancia en las cosas de la religión, que miran a la
exaltación y protección de ella, y a celar con la
diversidad o con la separación del culto y
opinión no se introduzcan novedades, y turbaciones
opuestas al principal fin del principado y a la
conservación de los súbditos en uniformidad…
.por la estrecha unión que hay entre la Iglesia y el
Imperio; que, aunque separados en el origen, necesitan del
reciproco auxilio para su fin; pues sin religión no hay
principado, y sin éste se desarma aquella. Esto
expresó San León Papa, el emperador Teodosio y lo
afirmaron San
Agustín, San Ambrosio, San Isidoro, Santo
Tomás y otros santos’.

Sin embargo, los enfrentamientos entre los cabildos
civil y eclesiástico, así como los desaires entre
ambos se volvieron un lugar común desde fines del siglo
XVIII, haciéndose incluso aún más patente la
relevancia de las ceremonias en rogativa, en tanto que las
idas y vueltas de comisiones entre ambos cabildos quedaron
asentadas con mayor precisión para, así, aclarar de
mejor manera el proceso
seguido en la decisión de llevar a cabo una rogativa. La
legitimación de la ceremonia quedaba en
duda si no contaba con todos los cuerpos civiles y religiosos ya
especificados en el ceremonial acostumbrado. Después de la
Independencia, la práctica oficial de ceremonias en
rogativa
se llevó a cabo, incluso, para obtener
elecciones pacíficas o el adecuado funcionamiento del
gobierno.
15

Comentario Final

El reconocimiento del comportamiento climático
secular a escala de las
sedes obispales novohispanas, es indispensable como primer
aproximación seria al conocimiento
del clima por medio
de acervos documentales en México, sin embargo no da lugar
a una resolución mas precisa del comportamiento
climático secular. A futuro, se deben tomar en cuenta, de
encontrarse en buen estado, los archivos parroquiales y
municipales de buen número de poblaciones en México
al sur del paralelo 24 (en las proximidades de esta latitud
ocurre la transición cultural y climática entre
Mesoamérica y Aridoamérica), lo que permita lograr
la reconstrucción, a escala comarcal, del comportamiento
climático secular en México entre los siglos XVII y
XIX.

Se ha realizado un ejercicio concerniente a la posible
cobertura que los archivos religiosos (en varios casos la
información de las entidades religiosas se ha preservado
en mejores condiciones que la del ámbito civil)
correspondientes a monasterios y parroquias con acervos
coloniales pueden permitir con la finalidad de obtener
información climática. El ejemplo, se condujo con
el actual estado de Hidalgo (20,813 kilómetros cuadrados),
en el cual se identificaron quince localidades: Pachuca,
Tulancingo, Actopan, Apan, Zempoala, Atotonilco el Grande,
Huejutla, Tlanchinol, Huichapan, Ixmiquilpan, Tula, Tenango,
Metztitlán, Molango, Zimapán.

Mismas que por su localización y superficie total
del estado, permite proponer una resolución de entre 1,000
y 1,200 kilómetros cuadrados para la mayor parte del
estado (el extremo noroeste queda fuera de estos rangos). La
información obtenible puede referirse a rogativas o a
cuestiones de origen fenológico o meramente
administrativo.

Notas

  1. La obtención de datos climáticos por
    medio de la consulta de fuentes documentales tiene como
    primicia metodológica, el que el tipo de
    información sea homogénea y el que las series de
    información sean continuas. En México,
    únicamente, las actas de los cabildos civil y
    eclesiástico guardan las características
    descritas, como se aduce más adelante, la consulta de
    las mismas se ha realizado entre los siglos XVI y XIX con la
    finalidad de identificar las ceremonias de rogativa
    pro-pluvia conducidas en las sedes obispales
    novohispanas.
  2. Una de las argumentaciones más interesantes
    concernientes a la ambigua utilización del
    término ‘desastre natural’ se encuentra en
    la obra de Georgina Calderón Aragón, tanto en su
    prólogo como en el apartado I.3 "La reproducción y la modificación",
    Construcción y reconstrucción del Desastre,
    México, Plaza y Valdés, 2001. Asimismo, para
    México y con repercusión en el ámbito
    latinoamericano, cabe destacar el trabajo de Virginia
    García Acosta, en especial sus trabajos como
    coordinadora: "Historia y Desastres en
    América Latina", Lima, La Red-CIESAS, Lima, 1997;
    "Estudios Históricos sobre desastres
    naturales en México. Balance y perspectivas",
    CIESAS, México, 1992 o García Acosta, V., Molina,
    A. y Pérez, J.M., "Catalogo de Desastres
    agrícolas en México, tomo I, Épocas
    prehispánica y colonial (958-1822)", FCE, México,
    2003.
  3. En la definición de eventos climáticos
    y prácticas culturales cabe destacar la labor realizada
    en Europa central por Christian Pfister de la Universidad
    de Berna, Michael Kempe del Instituto Max Planck y Christian
    Rohr de la Universidad de Salzburgo. En el ámbito
    mediterráneo cabe mencionar los aportes de Mariano
    Barriendos, quien ha jugado un papel fundamental en la
    conducción de este tipo de estudios en México,
    así como Alain Gioda (IRD-Francia),
    quien por medio del proyecto ARCHISS alentó a quien esto
    suscribe para llevar a cabo el primer trabajo en
    climatología histórica por medio de fuentes
    documentales en México, mismo que se diferencia de
    experiencias anteriores por su rigurosidad metodológica
    para lograr la definición de eventos climáticos.
    Por último, dentro del ámbito latinoamericano, se
    hace imprescindible mencionar la labor conducida por Rosario
    Prieto, del Centro Regional de Investigaciones
    Técnicas de Mendoza,
    Argentina.
  4. Las pulsaciones más crudas de la
    Pequeña Edad de Hielo en Europa (Barriendos, el inglés) han coincidido con acusadas
    sequías en el México central y meridional, de
    acuerdo con la documentación localizada en las ciudades
    de México (Garza, 2002) y Morelia (datos por
    publicar).
  5. En este sentido, la Dra. María Engracia
    Hernández Cerda en un trabajo de próxima
    aparición, propone que la conducción de rogativas
    pro-pluvia de gran envergadura esta directamente
    relacionado a la falta de precipitación
    invernal.
  6. ARCHISS por sus siglas en inglés, es un
    proyecto de la UNESCO por medio del Programa
    Hidrológico Internacional que, desde 1988, ha impulsado
    en distintas áreas del planeta el reconocimiento de
    archivos generales y locales con la finalidad de obtener
    información climática. Su viabilidad y resultados
    ya han sido ampliamente demostrados tanto por medio del
    análisis de series instrumentales antiguas, como por
    otros recursos
    documentales que han dado lugar a series climáticas a
    partir de datos homogéneos y continuos por largos
    períodos.
  7. Se denominan así a las rogativas conducidas
    por medio del acuerdo de los cabildos civil y
    eclesiástico, mismas que, por su carácter
    institucional, generaron una gran cantidad de
    documentación. Las ceremonias de rogativa conducidas en
    las iglesias, monasterios, santuarios o cruces al aire libre
    fueron y son comunes, pero por lo general no dieron lugar a la
    producción de documento alguno.
  8. Al respecto, consultar: Leal Curiel, 1990, "El
    discurso de
    la fidelidad. Construcción del Espacio como
    símbolo de poder regio, Venezuela,
    siglo XVIII", Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela
    no.208; en el ámbito latinoamericano y Foucault
    (Surveiller et Punir, Paris, Gallimard, 1975) para un
    público más universal. Estos autores han ahondado
    al respecto, destacando el papel de los rituales y ceremonias
    como símbolos y conductas convencionales no
    verbales, intensificadores del poder, en su legitimación
    simbólica. En el caso de las rogativas, la
    decisión de su realización era sopesada tanto por
    el cabildo civil como por el eclesiástico, e incluso la
    Inquisición podía intervenir para evitar
    cualquier abuso en la recurrencia de este tipo de
    ceremonias.
  9. La definición de rinconda y su pausibilidad
    como entorno ideal para la configuración del espacio
    urbano en Mesoamérica ha sido profusamente tratado por
    María Elena Bernal-García en su tesis
    doctoral: "Carving Mountains in a Blue/Green Bowl:
    Mythological Urban Planning in Mesoamerica", Austin, University
    of Texas, 1993; o por Ángel García-Zambrano en
    "Calabash Trees and Cacti in the Indigenous Ritual Selection of
    Environments for Settlement in Colonial Mesoamerica" en Grim,
    J.A., ed., Indigenous Tradition and Ecology, Cambridge, Harvard
    University Press, 2001.
  10. A saber las sedes obispales fundadas sobre el actual
    territorio mexicano antes de la Independencia fueron:
    México, Puebla, Oaxaca, Morelia, Guadalajara, San
    Cristóbal, Mérida, Durango, Linares y
    Álamos. Aunque San Cristóbal esta localizada a
    más de 2,000 metros de altura, al situarse al oriente
    del istmo de Tehuantepec, con un régimen
    pluviométrico mucho más elevado, no puede
    discernirse como parte de lo propuesto en estas páginas.
    Lo mismo ocurre con Durango que a pesar de ser una ciudad de
    altiplano su localización, régimen
    pluviométrico y tardía fundación como sede
    obispal la excluyen del esquema propuesto en este
    trabajo.
  11. Claro ejemplo de ello se puede obtener de las actas
    de cabildo de la Ciudad de México, pues hasta fines del
    siglo XVI quedan bien delineados los mandatos propios del
    ayuntamiento, mismos que perduraron, a grandes rasgos, hasta la
    consolidación del Estado liberal.
  12. La pulsación climática de fines del
    siglo XVIII se considera, a escala mundial, el capítulo
    anormal más intenso de la Pequeña Edad de Hielo.
    A este respecto el trabajo de Richard Grove sobre el
    fenómeno océano-atmosférico del
    Niño es de lo más ilustrativo (El Niño:
    History and crisis,
    1999, Paul & Co Publishers Consortium,
    Concord).
  13. La mayor parte de la biota introducida en
    Mesoamérica a partir del siglo XVI provenía del
    ámbito mediterráneo occidental, cuyo
    régimen de precipitación con menores condiciones
    de insolación, es similar al de las partes más
    secas de los altiplanos mexicanos (entre 400 y 600
    milímetros anuales).
  14. El análisis en la elección de los
    sitios elegidos para conformar espacios urbanos y la
    orientación de los edificios públicos, civiles y
    religiosos, ha sido parte fundamental en los casos de estudio
    impulsados por el proyecto Organización del Espacio
    Urbano en la Nueva España 1519-1620 del Instituto de
    GeografíaUNAM desde el año 2000.
    En el grupo de
    trabajo multidisciplinario de dicho proyecto concurren,
    asimismo, académicos de la Universidad Autónoma
    del Estado de Morelos y de la Universidad Autónoma de
    Zacatecas.
  15. Ejemplo de ello se pueden encontrar en las Actas de
    Cabildo del Antiguo Ayuntamiento de México con los
    siguientes registros: 143-A (1823), con fecha del 9 de mayo de
    1823; o 144-A (1824), con fecha del 27 de mayo de
    1824.

Fuentes documentales

Actas de Cabildo civil y eclesiástico de la
Ciudad de México (desde el inicio de sus registros en el
Siglo XVI hasta 1870)

Actas de Cabildo civil y eclesiástico de Morelia
(desde el inicio de sus registros hasta 1870)

Biblioteca Nacional-Fondo Reservado, Manuscritos 20,
Recolección de Curiosos Papeles –Asuntos Morales,
Políticos, Históricos y Otros, Tomo III, Madrid,
1761.

Biblioteca Nacional, Fondo Reservado, Manuscritos no.
732. Sermón de Nuestra Señora de los Urdiales en la
catedral de Valladolid, 1789.

Biblioteca Nacional-Fondo Reservado, Manuscritos 765,
Apunte del Sermón en rogativa por las lluvias patente al
santísimo y presente la imagen de Nuestra Señora de
los Remedios, México, 1765.

Biblioteca Nacional-Fondo Reservado. Manuscritos 779.
Laurea Evangélica Americana: Sermón del
Purísimo Patriarca Señor San José y
Patrocinio del Señor San José contra rayos y
temblores, 1697.

Biblioteca Nacional-Fondo Reservado. Manuscritos 780,
1761.

Florencia, Francisco de, Zodiaco Mariano, Colegio de San
Ildefonso, México, 1755.

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Gustavo G. Garza Merodio

Institución: Instituto de Geografía-UNAM
(Departamento de Geografía Social). Domicilio actual:
Instituto de Geografía, Circuito Exterior s/n, C.U.,
04510, D.F. Telefonos: 56 22 43 92 (Secretaría
Geografía Social) y 56

Partes: 1, 2
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